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Prueba: Volkswagen Golf R – El Golf de los 50.000 euros

Supongamos que ganas 50.000 euros en un concurso de televisión y el presentador te hace la típica pregunta acerca de en qué tienes pensado invertir el dinero:«mi idea es comprarme un Golf», respondes tajantemente.

Supongamos que ganas 50.000 euros en un concurso de televisión y el presentador te hace la típica pregunta acerca de en qué tienes pensado invertir el dinero:«mi idea es comprarme un Golf», respondes tajantemente. Entonces, seguramente el presentador te volverá a preguntar:«¿y el resto?»Imagínate las caras de sorpresa cuando tu respuesta sea: «¿qué resto?». En la época de la peseta esta ingente cantidad de dinero hubiera sido suficiente para hacerse con un excelente ejemplar de cuatro ruedas, un BMW Serie 7 o un Mercedes Clase S, por ejemplo. Hoy es VW la que pretende hacer de su modelo más popular un coche envidiado y codiciado a partes iguales, dotándolo para ello de muchos caballos y de un equipamiento superior.

Y para nosotros también ha llegado el momento de ponernos al volante del coche preferido de los alemanes –en este caso en la versión más potente y cara de todos los tiempos– para lanzarnos a la autopista y llevar las agujas de los indicadores del salpicadero a cotas nunca antes vistas, o al menos eso era lo que esperábamos. Además, tenemos que reconocer que el nuevo R tiene un aspecto bastante elegante para tratarse de un coche de gran potencia orientado a un público al que le gusta destacar a cualquier precio.

Para ser sinceros también hay que decir que, en nuestra opinión, a los de Wolfsburgo se les ha ido un poco la mano con tanto LED, aunque la luz de alta tecnología cumple su función. Al nuevo R le resulta imposible pasar inadvertido, especialmente circulando por el carril izquierdo de noche.

Falsa modestia

Por lo demás, podría decirse que los componentes más radicales del R adoptan en este caso un aspecto bastante neutral. Ni las entradas de aire del frontal, ni las molduras laterales de la parte baja, ni el alerón de techo son demasiado exagerados, por lo que su nueva imagen no provocará los suspiros de los más jóvenes y ávidos de caballos. Incluso las llantas de 18 pulgadas y los dos tubos de escape centrales llaman la atención sobre su naturaleza privilegiada de una forma muy discreta.

El interior de nuestra unidad de prueba de tres puestas también irradiaba una falsa modestia. Una vez en su interior uno se encuentra rodeado del ambiente premium más selecto de VW y tan sólo algunas inserciones de muy buen gusto dan cuenta de su insuperable deportividad. Los asientos deportivos de perfil marcado se adaptan a la perfección al cuerpo de los pasajeros delanteros, ofreciendo un excelente equilibrio entre sujeción lateral y confort para desplazamientos largos. Además, el nuevo VW Golf R cuenta con pedales metálicos con inserciones de goma, un volante deportivo, diversos logotipos «R» repartidos por todo el coche, alguna que otra inserción cromada y, para concluir, un velocímetro que señala ni más ni menos que 300 km/h.

Ligeramente limitado

Para empezar, estamos en otoño en Alemania y nuestro deseo de llevar la aguja del velocímetro a un punto siquiera cercano a la mágica marca de los 300 km/h resulta de todo punto imposible. Los neumáticos de invierno Conti-Wintercontact de la marca Continental tan sólo nos permiten llegar a los 240 km/h. Al menos el excelente deportivo compacto de VW alcanza este nivel de dinámica longitudinal capado sin esfuerzo alguno e incluso a esa velocidad se mantiene bien asentado sobre el asfalto.

Por cierto que con neumáticos de verano la electrónica del R también limitaría la velocidad máxima a 250 km/h, pese a que por sí mismo alcanzaría un poco más. Y en realidad tampoco es que sea necesario exigirle más al motor, ya que su relación de transmisión relativamente corta consigue un nivel de revoluciones suficientemente alto. A la velocidad máxima oficial la aguja del cuentarrevoluciones alcanza al menos las 6.500 vueltas.

Potencia en cualquier situación

El Golf R sorprende sobre todo por su impresionante progresión. Su motor 2.0 de cuatro cilindros sobrealimentado es capaz de generar 350 Nm entre las 2.500 y las 5.000 vueltas, ofreciendo así un enorme potencial de aceleración a lo largo de casi todo el rango de revoluciones. Además, gracias a su tracción a las cuatro ruedas, esta enorme fuerza se traduce sin más en propulsión, evitando cualquier tipo de pérdida en el camino y siempre y cuando el piso esté seco.

En modo deportivo, el cambio de doble embrague DSG ofrece además el «launch control», un sistema que estando parado permite al conductor pisar el pedal del freno y el de aceleración al mismo tiempo. Las revoluciones suben entonces hasta más o menos 4.000 vueltas y al levantar el pie del freno el Golf R sale disparado hacia adelante, alcanzando la marca de los 100 km/h en tan sólo 5,5 segundos. Incluso los menos entrenados deberían poder hacer realidad estos valores de fábrica, dado que no tendrán que pelearse con un embrague caprichoso o unas ruedas con tendencia a chirriar.

Un sonido “a medias”

Lo que no resulta tan estupendo es, por el contrario, la acústica del conjunto, algo que seguramente se debe al turbo. Si bien al demandar potencia su sonido resulta en todo momento llamativo, éste no llegará a convencer a los expertos. En nuestra opinión, al estruendo sordo y apagado emitido a diferentes niveles de frecuencia le falta una cierta profundidad diferenciadora. ¿Petardeos, golpeteos, chasquidos? Brillan por su ausencia.  Estamos seguros de que esta limitación acústica –provocada por la tendencia generalizada hacia la reducción de cilindrada– desilusionará a más de un fan del R32.

La parte positiva de todo esto es que, de esta forma, el Golf R se convierte en gran medida en un automóvil de uso diario agradable de conducir y que resulta tan cómo para sus ocupantes como amable con el medio ambiente. Gracias al cambio automático DSG uno tiende incluso a menudo a conducir de forma tranquila y sosegada y a mantener un estilo de conducción eficiente, evitando así el despilfarro de costosos litros de gasolina (que debería ser súper plus). Sin embargo, su brutal freno motor impide desacelerar con tranquilidad a la llegada a un semáforo en rojo. Y, para hacer honor a la verdad, debemos reconocer que el Golf R ha dejado de ser un consumidor impulsivo de combustible. Según datos oficiales de VW, el consumo es de 8,4 litros a los 100 km, aunque tras nuestra primera toma de contacto el ordenador registraba algo menos de diez.

Buenos frenos, chasis exquisito

Por supuesto que si uno quiere se pueden alcanzar cifras de consumo de dos dígitos, ya que debajo del capó se esconde una máquina sumamente dispuesta a ello. Lo que pone coto a su excelente propulsión son unos frenos soberbios que forman parte de lo más selecto del segmento C. Si tenemos en cuenta su elevado nivel de dinamismo, la configuración del chasis se caracteriza por una suspensión sorprendentemente sensible y absolutamente cómoda que, aun así, es capaz de proporcionar en cualquier momento una dinámica transversal cargada de diversión y que gracias al reglaje adaptativo del chasis DCC con tan sólo pulsar un botón se puede endurecer hasta alcanzar máximos insospechados.

En interacción con la tracción integral 4Motion que equilibra las fuerzas de propulsión entre los ejes, el Golf R logra alcanzar velocidades especialmente elevadas en curva y siempre de forma aparentemente sencilla y sin sacudidas. La suave respuesta de su precisa dirección continúa siendo un referente en su categoría, lo que le permite a este pura raza mantener en todo momento un comportamiento predecible, sin necesidad de ninguna mano experta para sortear las curvaturas de la calzada. Sin embargo, las ruedas de invierno blandas podrían aguarle la fiesta a cualquiera, ya que debido a ellas el nuevo R de 1,5 toneladas de peso entra con demasiada rapidez en la turbulenta zona límite.

No apto para todos los bolsillos

Por mucho que los conductores más deportivos se sientan fascinados por la tecnología, esto no quiere decir que podrán disfrutar de ella sin pagar un alto precio. El Golf VI –aunque algo entrado en años– continúa siendo un modelo compacto absolutamente convincente que en lo que respecta a sus elevados niveles de calidad puede seguir considerándose todo un estándar de referencia. Sin embargo, con un precio de casi 40.000 euros por la versión básica del Golf R con cambio DSG ya no podemos seguir hablando de una política de precios realista o popular. Si bien el R ofrece un equipamiento de serie correcto, no habría ningún problema en sumar más de 11.000 euros en extras.

De esta forma sería posible configurar un Golf a medida, aunque por un precio que superaría incluso los 50.000 euros. Y tampoco se necesitan todas las amenidades disponibles, ya que por unos 45.000 euros el futuro propietario obtendrá un Golf R capaz de satisfacer prácticamente cualquier deseo y que incluso llega a ofrecer unas puertas traseras que, si bien no encajan del todo con la estética deportiva del conjunto, sí resultan extremadamente prácticas. Y hablando del aspecto práctico, en este apartado el R sigue siendo un Golf de los pies a la cabeza.

Conclusión

El Golf R fascina por ser un deportivo de enorme potencia y, aun así, fácilmente controlable. Al mismo tiempo, brilla por su capacidad para convertirse en un automóvil familiar apto para el día a día. Sin embargo, su precio es de todo menos adecuado para una economía familiar. La versión básica con DSG cuesta casi 40.000 euros, mientras que una unidad con un equipamiento a prueba de cualquier deseo podría alcanzar los 45.000 euros.

En este sentido, parece que el nuevo R sólo llamará la atención de los verdaderos fanáticos y, a pesar de todo, incluso estos pueden sentirse decepcionados por un sonido demasiado comedido, ya que a éste le resultará difícil cumplir las expectativas que su predecesor V6, el R32, satisfacía de forma sorprendente. Sin embargo, en todas las demás disciplinas que tienen algo que ver con la dinámica el nuevo Golf R es capaz de superar con creces a su predecesor.

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