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Prueba: Harley-Davidson Sportster Seventy-Two – El brillo de lo auténtico

La última Sportster en unirse a la familia ha sido la nueva y reluciente Seventy-Two, una chopper inspirada en la época en que las motos dominantes de la costa oeste eran largas, estilizadas y reducidas a lo esencial, pero también brillantes y con mucho colorido.

Ese espíritu de la California de hace cuatro décadas es el que renace cuando el sol se proyecta sobre esta Harley, momento en el que alardea como ninguna otra de piezas pulidas y del efecto purpurina tan vistoso de su pintura Metal Flake.    Ahora bien, destaca especialmente la versión en color Hard Candy Big Red Flake, capaz de resaltar sobre las otras en Denim Black y Big Blue Pearl aunque esto mismo suponga tener que desembolsar un precio ligeramente superior por ella, ya que se cotiza a 12.100 euros en lugar de 11.750. Y es que este nuevo acabado de la versión en color rojo es claramente distinto a todo lo visto anteriormente porque su brillantez es mucho más acentuada, y aquí es donde se sustenta gran parte de su autenticidad.

Más en detalle, este efecto visual se crea aplicando sobre una capa de base negra un sistema de poliuretano con escamas hexagonales de diámetro bastante superior al habitual en pinturas metalizadas convencionales. A continuación, se recubre cada escama con una fina película de aluminio y después se tiñe de rojo para, finalmente, aplicar cuatro capas de barniz transparente y pulir a mano y así lograr este acabado tan brillante y seductor.

Customizada para la ocasión

Partiendo, pues, de una chopper con toda la esencia de los setenta, Harley nos incluyó en la versión de prueba un abanico muy amplio de accesorios opcionales, como por ejemplo unos finos retrovisores también cromados, un indicador para la temperatura del aceite, tapas en los escapes, un respaldo alargado, un asiento de vinilo color plata igual de brillante que el resto de la moto, y hasta un tapón para la gasolina que, a diferencia del original, queda hundido y no sobresale, potenciando más si cabe su apuesta por lo esencial.

Eso sí, de entre todos ellos, uno que resultó ser muy útil debido a la poca autonomía del clásico y veteranísimo depósito tipo peanut (de tan sólo 7,9 litros de capacidad) fue el pequeño indicador del nivel de combustible que se puede instalar en la piña derecha. Éste, con cuatro quesitos retroalimentados en luz azul, nos recuerda que el tema de la gasolina hay que tenerlo muy presente en este modelo. Además, es vox populi que un motor de 1.202 cc no es que tenga, precisamente, unos consumos de mechero.

Evolution en polvo gris y con mucho cromo

Junto a la pintura Metal Flake presente en el depósito y en los dos guardabarros, el otro gran protagonista es el motor Evolution. En este caso, este emblemático motor viene acabado en pintura de polvo gris de una tonalidad mate que contrasta con fuerza con el reflejo de las piezas pulidas, entre las cuales destaca un nuevo filtro de aire redondo con tapa esférica. Naturalmente, con 96 Nm de par a muy bajo régimen (3.500 rpm), este V-Twin es un auténtico goce para el conductor porque gira siempre tranquilo, sus vibraciones son agradables de sentir y empuja muy bien en la zona media.

Las recuperaciones son, por lo tanto, rápidas y hacen muy placentera y relajada la conducción, y siempre con la compañía del tacto exquisito que ofrece la transmisión por correa dentada y de un cambio que, pese a su sonido metálico y su largo recorrido, es agradable de usar. Finalmente, gracias a la estrechez del depósito, el motor es visible incluso desde arriba, con lo que el conductor se sentirá bien acompañado aun viajando solo.

Esencia chopper

Tal y como manda la tradición, la nueva Seventy-Two es una Harley baja y con un lanzamiento de horquilla considerable. Aun así, en parte gracias a unas rueda delantera que aun siendo de gran diámetro (21 pulgadas) es muy estrecha, es bastante ágil en los giros y no acarrea grandes inconvenientes a la hora de maniobrar. Además, el manillar “Mini-Ape”, de tan elevado que está, ofrece ciertas facilidades serpenteando por entre los coches al no tocar con los retrovisores.

Por otro lado, este manillar tan característico te invita a posicionar los brazos de tal forma que el cuerpo queda muy al descubierto, con lo que circular por autopista a velocidades elevadas acaba agotando, si bien hay que tener en cuenta que no es una moto muy preparada para viajar, aunque, en caso de hacerlo, su limitada autonomía nos invitará a descansar en las gasolineras bastante a menudo. Ya se sabe que, sin prisas y a nuestro ritmo, podemos llegar hasta donde nos propongamos. Por su parte, tampoco se puede decir que sea de gran ayuda el pequeño asiento monoplaza, de mullido más bien escaso, aunque al mismo tiempo ofrece una sujeción bastante digna incluso cuando aceleramos con fuerza.

En cambio, sí que resulta agradable la posición estirada de las piernas, que no se cargan en absoluto con el paso de los kilómetros ya que los estribos no están exageradamente adelantados. De hecho, esto mismo ayuda a que la posición resultante sea de lo más acogedora cuando enlazamos una curva tras otra, invitándonos a disfrutar del sonido, del paisaje y, cómo no, de las vibraciones. No obstante, el margen que da esta Sportster en las inclinadas es bastante acentuado por tratarse de una chopper, así como su facilidad a la hora de moverla de un lado a otro. Además, en caso de rascar con los avisadores de las estriberas mientras inclinamos, no se escandaliza y se mantiene fiel a su trayectoria. Eso sí, con 253 kg en orden de marcha y un solo disco delante, no invita a apurar mucho, pero sí que la podemos detener rápidamente con la inestimable ayuda del freno trasero del mismo diámetro.

Conclusión

Para unos todas las Harley son parecidas; para otros, cada una es un mundo totalmente diferente. En el caso de la nueva Seventy-Two, y comparándola con el resto de la gama Sportster, podemos decir que es, de largo, la más osada de todas. Con el brillo y el color como grandes protagonistas, la marca de Milwaukee no se ha andado con chiquitas a la hora de cuidar todos los detalles, por pequeños que sean, ya que tanto los neumáticos con banda de rodadura en color blanco, como el guardabarros trasero recortado, el manillar cuelgamanos y el clásico depósito tipo cacahuete (montado por vez primera en 1948), y todo ello unido a la ausencia de otros componentes que rompan con la sencillez de sus líneas, hacen de esta Sportser Seventy-Two una chopper que recupera la época en la que, según nos dice la marca, “los que estaban al día tenían un Chevrolet Sting-Ray y los que mandaban aparcaban sus choppers todas juntas”.

¿Preparado para lo siguiente?

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