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Prueba: Harley-Davidson Dyna Street Bob Hard Candy Custom – Turno para la Bobber

La pintura Metal Flake le ha sentado de maravilla a la Dyna Street Bob. Estrenada previamente por la Sporster Seventy-Two, esta original pintura se sirve de escamas de gran tamaño para conseguir un brillo muy generoso, como de purpurina, cuando recibe la luz del Sol.

Además, en el contexto de las celebraciones del 110º aniversario de la marca, también incorpora nuevas y numerosas piezas en color negro, un guardabarros recortado, y el sistema integrado de luces de freno e intermitentes. La Street Bob es una custom que no necesita presentación. De aspecto rudo y sin más piezas que las necesarias, ofrece una estética auténtica y minimalista, además de una conducción equilibrada y accesible. De hecho, aunque no lo parezca, ni el alto manillar Mini-Ape supone ninguna pega en la conducción, e incluso la suaviza gracias a los nuevos soportes de goma. También ayuda la posición centrada de sus estribos redondeados, con lo cual no hace falta forzar brazos ni piernas y podemos limitarnos, simplemente, a conducir y disfrutar de la siempre agradable sensación de estar tan cerca del asfalto.

Aparte de la nueva pintura Metal Flake, que la encarece ligeramente hasta superar la barrera de los 15 mil euros, las nuevas piezas en color negro embellecen las botellas de las horquillas, las pletinas de dirección, la tapa de la batería, y las llantas. Todo a juego con el negro texturizado del motor y de la consola central de mandos. El resultado es una Bobber en su esencia más pura: simple, atractiva, y ahora más llamativa, está pensada para ser disfrutada sin más compañía que el rugido de su dulce motor de 96 pulgadas cúbicas.

Baja, robusta, y con un ancho asiento monoplaza

La Street Bob es una custom de las bajas. Tanto, que incluso da la sensación que el manillar es más alto de lo que es en realidad. Del mismo modo, también se caracteriza por la anchura de su silueta: desde el manillar de acero hasta el guardabarros trasero, pasando por el bajo asiento y el amplio depósito, esta Bobber rezuma robustez y carácter. Y todo sin que ello dé como resultado una custom demasiado aparatosa. Es ancha, cierto, pero huye de componentes innecesarios que le sumen volumen. Lo cual se confirma a sus mandos, y, sobre todo, una vez iniciada la marcha. No hace falta ser demasiado alto ni demasiado fuerte para conducirla con total tranquilidad y confianza.

Queda claro, de entrada, que el asiento tiene un mullido realmente agradable. Ofrece una buena sujeción y no agota con el paso de los kilómetros. Un punto a su favor, sin duda, en comparación con las pequeñas Sporster, que no suelen ser tan cómodas en este sentido. Lo cual no significa que sea una Custom que le guste mucho viajar. Bueno, naturalmente que puede hacerlo sin muchas dificultades, pero la nula protección contra el viento, por no mencionar la posición abierta de los brazos que deja el pecho aún más al descubierto, nos hará, ni que sea un poquito, dudar antes de hacerlo. Es una Custom más de paseos, por mucho que la alta capacidad de su depósito, de casi 18 litros, nos regale una gran autonomía.

Todo a media distancia

Con el cloc inicial que se oye al engranar la primera, tan característico de los motores de Harley, ya empezamos a disfrutar de una conducción fácil y sin exageraciones, abierta a un público amplio. De hecho, la nueva Street Bob se define aún más por su triángulo de conducción cerrado. Todos queda al alcance de manos y pies. Pero además de esto, y como consecuencia, enseguida se nota bastante ágil de movimientos, incluso a muy baja velocidad. Sea en ciudad o antes de una curva lenta y cerrada, sigue con fidelidad los movimientos de nuestro cuerpo y no requiere de grandes esfuerzos. Es una custom ágil que invita, eso sí, a la conducción relajada.

No en vano, una moto como ésta, de 300 kilos de peso y un único disco de freno en la rueda delantera, no invita precisamente a sentirse un joven piloto en las frenadas. Muy al contrario, las dulces vibraciones de su motor, que en este caso vienen generadas por 96 pulgadas cúbicas (y no por 103 como en otros modelos de la familia Dyna), son la compañía perfecta para un agradable paseo. Recupera siempre bien y se estira bastante, y sólo envía alguna pequeña vibración a los estribos, por ejemplo al reducir la velocidad y justo antes de apoyar los pies en el suelo, o ya en el manillar cuando el régimen de giro es más elevado.        

Pequeñas novedades en los mandos

Aparte de su brillante estética Bobber, y de las vibraciones tan agradables y características de su motor, esta Harley, como tantas otras, es también diferente por otras razones. Único es, por ejemplo, el sistema de accionamiento de los intermitentes con levas separadas, típico de las motos de Milwaukee. En un principio sólo te pide accionarlos, y casi siempre se desactivan por sí mismo cuando toca. Sólo en alguna ocasión, por ejemplo al reincorporarnos a nuestro carril después de un adelantamiento, puede tardar unos pocos segundos en hacerlo. Si se da el caso podemos volver a accionar la leva para desactivarlos manualmente.

Otra gran comodidad es el mando inalámbrico para las llaves, incluido de serie. Basta con que lo tengamos en el bolsillo, giremos la rueda que hay justo en el centro del cuadro de mandos, y ya podremos encender el motor. También aquí, como de costumbre, el bloqueo de la dirección se encuentra separado, en la pipa de dirección. Por otro lado, en esta ocasión nos podemos beneficiar igualmente de un pequeño indicador de marcha engranada que podemos ver en la pantallita digital, justo a la izquierda de las revoluciones del motor. A esta posibilidad cabe añadir las más tradicionales de reloj horario, dos parciales, etcétera. Y qué decir de sus retrovisores, tan pequeños y elegantes, pero, a la vez, tan capaces de ofrecer una gran visibilidad y sin apenas vibraciones.

Con ABS

También cabe hacer mención del sistema ABS. En este caso, además de la seguridad que siempre aportan este tipo de ayudas, destaca lo bien integrado que está en las llantas de la Street Bob. De hecho, ni se percibe su existencia, ya que el ABS queda escondido en el buje de la rueda para no romper con la estética. Una ayuda muy bienvenida, todo hay que decirlo, en una moto que no destaca precisamente por la fuerza de detención que se consigue con un único disco de freno delantero. El trasero, en cambio, que es el mismo pero está mordido por una pinza de dos pistones en lugar de cuatro, sí que sorprende por su tacto dosificable y por su fuerza. Es decir, que la moto frena más que de sobras, aunque pide ayudarte bastante a menudo de los frenos a la vez.

Conclusión

Si hay una marca con un catálogo extenso y variado, esta es Harley-Davidson, y más con la llegada de modelos especiales para su 110º aniversario. De todas maneras, está claro que el concepto custom da mucho de sí, y que abarca muchas familias diferentes, cada una con su encanto. En el caso de la Dyna Street Bob, Harley ofrece una Bobber de tamaño medio, ágil de movimientos, abierta a un público amplio, y todo por un precio relativamente contenido en comparación con otras de su misma familia. En parte es esto posible porque aquí se opta por el motor “pequeño”, el de 96 pulgadas, y no por el de 103 (evidentemente, ¡no dejan de ser 1.586 cc!). La única pega es que no permite llevar pasajero, aunque siempre se puede pedir un asiento biplaza y que te pongan estribos para el acompañante.

En cualquier caso, su precio es algo superior que de costumbre por el llamativo color Hard Candy Custom, que se sirve del curioso efecto de la pintura Metal Flake. Guste o no guste este tipo de pintura, lo cierto es que se hace notar, y que gana enteros cuando brilla especialmente en los días soleados. Este curioso efecto visual, dicho sea de paso, se crea aplicando sobre una capa de base negra un sistema de poliuretano con escamas hexagonales de diámetro bastante superior al habitual. Luego se recubre todo con una fina película de aluminio y después se tiñe de rojo para, finalmente, aplicar cuatro capas de barniz transparente y pulir a mano y así lograr este acabado tan brillante y seductor. No es de extrañar, pues, que el precio suba.   

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