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Especial: Tubos de escape – Consejos para elegir correctamente

Querer lucir un buen tubo de escape en la moto es algo que, tarde o temprano, se nos pasa por la cabeza a la mayoría de los motoristas.

En algún momento nos vemos tentados a mejorar la estética, rebajar el peso, mejorar las prestaciones o, por supuesto, afinar la sonoridad de nuestra moto. No es casualidad, entonces, que tantas empresas se lancen a la fabricación de este tipo de componentes tan pronto sale una moto nueva al mercado. Ahora bien, ¿son todos iguales? ¿Cuáles son los mejores en cada caso? Antes de nada

De entrada, no está de más hacer una breve explicación del funcionamiento de un tubo de escape. En pocas palabras, un tubo de escape es un conjunto de piezas destinadas a enfriar los gases provenientes de la combustión interna del motor y rebajar su presión de salida para reducir el ruido y la cantidad de partículas contaminantes. Por lo general, cuanto más complejas sean las secciones internas de un silenciador, más limpio y menos ruidoso será el tubo de escape. Muy al contrario, si después de los colectores el silenciador fuera hueco, el sonido sería insufrible para nuestros vecinos pero las prestaciones se verían claramente beneficiadas. De todos modos, aún en estos casos más extremos —por norma limitados a la competición—, se hace gran uso de la lana de fibra de vidrio, un material de alta insonorización acústica.

Dos grandes familias

Lejos de querer entrar a analizar las diferentes formas que pueden adoptar los colectores (esto es, la pieza o piezas de forma cilíndrica y alargada que van unida al motor), y cómo estas influyen de una manera u otra en el rendimiento final, lo más conveniente es centrarnos en los silenciadores, pues éste es el componente que más a menudo se suele sustituir. Los hay dos grandes tipos: los Bolt-on, cuando el silenciador va unido directamente al colector mediante tuercas o tornillos, y los Sleep-on, cuando el empalme se hace mediante tubos de enlace. Aunque los hay de formas cilíndricas y ovaladas, donde realmente el cliente tiene que decidirse es por un material u otro. Las diferencias entre ellos son muchas, si bien, al contrario de lo que puede pensarse, el mayor o menor rendimiento no es precisamente una de las importantes. Veamos cuáles sí lo son.     

No sólo un componente estético

Lo que suele primar en la decisión final son las cualidades estéticas de los distintos materiales, y no tanto sus propiedades específicas. Naturalmente, cada cliente tiene sus preferencias. Así, mientras unos pueden decantarse por el brillo del aluminio pulido (que además se puede colorear más fácilmente), otros prefieren las tonalidades mate del titanio. Éstos son, junto con el acero inoxidable y la fibra de carbono, los cuatro materiales más comunes.

Por lo general, las diferencias entre prestaciones suelen darse más entre marcas que entre materiales. Además, está muy extendido el uso de reductores en el propio silenciador, una pieza acoplada en la tobera de salida que viene a reducir la sección del tubo interno de conducción de los gases. Como es relativamente fácil de montar y desmontar (basta con una tuerca y un punto de soldadura), hace que un mismo silenciador permita un mayor rendimiento en circuito cuando prescindimos de dicha pieza al tiempo que puede cumplir perfectamente con todas las exigencias para circular por la vía pública.

Como decíamos, donde realmente se distingue un material de otro, además de lo meramente estético, no es en las prestaciones, sino en la resistencia a los golpes, en el poder de disipación de calor, en el peso y, por supuesto, en el precio final. He aquí las principales características de cada material:

Fibra de carbono: es el material más ligero y seguramente el más caro de todos. Cumple muy bien disipando el calor y la única pega es que puede variar mucho su calidad según el proceso de fabricación y prensado. Vamos, que te puede salir por un ojo de la cara y no ser tan bueno y resistente como parece.

Titanio: es otra de las opciones más deseadas del mercado. Además de lucir un aspecto mate que aporta un toque artesanal muy bonito, destaca por su gran resistencia a los golpes y por ser relativamente ligero. Es bastante habitual aunque también su precio no es precisamente económico.

Aluminio: es un material muy ligero y brillante. Sale bastante bien de precio y el único inconveniente pueden ser las abolladuras en caso de recibir golpes. Aun así, raro será que acabe rompiéndose. Además, las marcas suelen colorearlo o bien potenciar su brillo.

Acero inoxidable: es seguramente la opción más económica. Su punto fuerte es su alta resistencia, aunque es, de largo, el material más pesado de todos.

En resumen

En definitiva, un tubo de escape es una buena manera de exprimir el rendimiento de un motor de cuatro tiempos, aunque las normativas actuales limitan bastante el margen de maniobra (siempre y cuando, claro, no nos gusten los problemas con los chicos de la ITV). En todo caso, donde más notaremos un cambio respecto al tubo original será en el tacto general del motor, en el rendimiento a partir de medio régimen, y en la rebaja de peso. Y, por supuesto, mejor confiar el montaje a un profesional, pues no basta con sustituir uno por otro porque también se tiene que ajustar la inyección de combustible. De todas maneras, siempre es mejor conservar el tubo de escape original, por si las moscas.   

¿Preparado para lo siguiente?

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