Durante años fue un emblema de nicho para los apasionados de los deportivos más extremos, pero ni con el respaldo financiero de China consiguió mantenerse. Isdera ha anunciado hace poco su lamentable bancarrota, lo que supone el adiós definitivo a uno de los fabricantes más excéntricos y personales de la industria automovilística europea. Su historia nació del empeño por crear coches irrepetibles, elaborados artesanalmente y sin hacer concesiones al mercado.
Punto y final: Auf Wiedersehen, geliebte Isdera
El ingeniero Eberhard Schulz fundó Isdera en 1969 y, desde entonces, la compañía se mantuvo como un actor insólito en la escena del mundo del motor. Instalada en un modesto taller de Leonberg, Alemania, operaba completamente al margen de las grandes marcas, fabricando cada coche por encargo y vendiéndolos directamente, sin recurrir a distribuidores. Los plazos de entrega superaban con frecuencia (y con creces) el medio año. A cambio, el cliente obtenía una máquina casi irrepetible, un vehículo construido con un nivel de detalle casi de orfebre.
Pese a su prestigio, más local o continental que internacional, así como a su carácter elitista, Isdera nunca logró consolidar una base financiera sólida. Aunque sus vehículos, cuyo precio medio era de casi medio millón de euros, eran muy valorados por los entusiastas del motor (sobre todo, coleccionistas), la empresa atravesó múltiples dificultades económicas. En los últimos tiempos, la situación se volvió inviable y la firma acabó presentando la declaración de insolvencia al no poder afrontar sus compromisos económicos (sí, parece que los germanos también se endeudan para alcanzar sus sueños).
En 2018, el fabricante evitó el colapso gracias a su adquisición por parte del grupo Sinfonia Automotive AG que, junto a capital de origen chino, trató de relanzar la firma. A pesar de la inyección económica y del desarrollo del Commendatore GT, un deportivo completamente eléctrico que reinterpretaba el legado de sus clásicos más famosos, el intento resultó fallido. Las ventas no cumplieron las expectativas, precipitando el cierre definitivo este triste 2025: punto y final a una historia de emprendimiento.
Ejemplo y legado de una marca de “unicornios”
El fin de Isdera simboliza la desaparición de un capítulo muy singular dentro del universo del automóvil de lujo artesanal. A lo largo de su trayectoria, la firma fabricó muy pocas unidades, pero cada modelo se convirtió en una pieza de deseo exclusiva. El primer coche que produjo, el Spyder 036, ganó pronto notoriedad gracias a su estética rompedora y su elevada potencia.
Uno de sus ejemplares más icónicos fue el Autobahnkurier 116i de 2006, el cual evocaba a los grandes turismos de preguerra. Su diseño retro y su fabricación completamente a mano lo convirtieron en un homenaje rodante. Incorporaba numerosos elementos procedentes de vehículos de Mercedes-Benz y Porsche, lo que reforzaba su carácter de clásico reinterpretado con tecnología contemporánea: toda una rareza.
A continuación, modelos como el Isdera Imperator 108i y el Commendatore, ambos con una apariencia futurista, reafirmaron a la empresa como un referente en el diseño automovilístico de alta gama. Sin embargo, la escasa producción y la necesidad de contar siempre con pedidos personalizados lastraron mucho su rentabilidad.
Isdera no consiguió superar sus apuros. Con todo, deja tras de sí un legado que trasciende los garajes privados. Su misión, visión y compromiso con los coches a medida, de ingeniería muy singular y espíritu tan exclusivo, la convirtió en una leyenda, una compañía de culto admirada por quienes tuvieron la suerte de ponerse al volante de una de sus joyas, las cuales, desde ya, es probable que se revaloricen hasta cifras locas que sólo los más afortunados en lo económico podrán asumir para recomprar un pedazo de historia, pese a que no haya tenido un desenlace feliz. Te echaremos mucho de menos, Isdera. Du wirst immer in unserer Erinnerung bleiben.
