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Prueba: Citroën C-Zero – Todos los comienzos son difíciles

En realidad, los conductores tendríamos motivos para dar saltos de alegría ya que la anunciada avalancha de automóviles eléctricos ya está aquí.

Por lo tanto, la movilidad ecológica de cero emisiones ya no es ninguna utopía, sino que hoy en día ya se pueden observar en nuestro día a día automovilístico. Sin embargo, una prueba con el Citroën C-Zero nos ha demostrado por qué la gran idea de la movilidad eléctrica requiere un gran espíritu pionero y la venta de los automóviles eléctricos ha arrancado de forma lenta. El gobierno alemán, por ejemplo, se marcó el objetivo de ver rodar por sus carreteras un millón de automóviles eléctricos antes de 2020. El 2011 ha sido un año perdido para este proyecto tan ambicioso, ya que tan solo se han matriculado unos cientos de vehículos eléctricos y, de momento, por las carreteras alemanas siguen circulando más Ferraris que automóviles eléctricos. Por este motivo, seguramente el objetivo fijado por el gobierno se retrasará al menos un par de años.

La principal barrera a la que deben hacer frente los compradores son los elevados costes de adquisición de estos vehículos limpios. Pongamos de ejemplo al Citroën C-Zero. Citroën es uno de los primeros fabricantes que cuenta con un automóvil realmente maduro en el mercado, pero el problema es que los franceses piden 35.000 euros por él. Realmente un precio demasiado elevado si tenemos en cuenta que se trata de un utilitario pequeño y que cualquier otro modelo de la misma categoría –y de propulsión convencional– está disponible por una fracción de ese dinero. El único rayo de esperanza parte de la casa Peugeot, ya que su delegación en Alemania tiene previsto ofrecer desde principios de 2012 el modelo Ion –de idéntica plataforma– por algo más de 29.000 euros.

En ningún caso austero

Al fin y al cabo, el C-Zero de casi 3,50 metros de longitud ofrece cuatro puertas, cuatro plazas y un maletero con una capacidad respetable. Además, este vehículo sumamente silencioso cuenta con un equipamiento nada desdeñable: seis airbags, elevalunas eléctrico, radio CD, aire acondicionado, volante en piel y llantas de aleación ligera. Además, el C-Zero ofrece el confort de un coche automático, ya que su propulsión prescinde de la caja de cambios y para avanzar simplemente hay que desplazar la palanca de selección de marchas hacia la posición D.

Y en esta posición, el C-Zero de gran maniobrabilidad, visibilidad y espacio –pese a sus reducidas dimensiones exteriores– se conduce casi como un coche normal. A veces incluso mejor, ya que el par motor del motor eléctrico (67 CV/180 Nm) está disponible nada más pisar el pedal del acelerador. Igual de potente se muestra este eléctrico de 1,2 toneladas de peso a la salida del semáforo, donde no tendrá que temer casi a ningún contrincante. Al menos hasta los 60 o 70 km/h la progresión es fenomenal. A partir de entonces el desarrollo de la velocidad se muestra más comedido y, finalmente, su tiempo de aceleración de 16 segundos desilusiona un poco. Su velocidad máxima es de 130 km/h, por lo que con el C-Zero también se puede conducir de forma relajada por autopista, siempre y cuando no se le eche un vistazo al indicador de nivel de la batería.

El vehículo urbano perfecto

Sin embargo, donde el silencioso C-Zero se encuentra realmente a gusto es en cuidad, ya que su chasis fantásticamente tarado le permite trazar sin problemas cualquier curva, por muy estrecha que sea, y además su tracción trasera le ayuda a ahuyentar cualquier cambio de dirección provocado por el exceso de par motor sobre el eje motriz. Si bien al pasar por una curva a velocidad elevada el C-Zero se inclina considerablemente, éste se mantiene siempre previsible en sus reacciones y, además, para ser un utilitario cuenta con una suspensión realmente cómoda.

A lo que cuesta un poco más acostumbrarse es a su freno motor, ya que en ocasiones resulta algo tosco. Al fin y al cabo, el C-Zero intenta por todos los medios no transformar la energía de frenado en calor sino en energía eléctrica para la batería. El que quiera una mayor recuperación de la energía también puede colocar la palanca de selección en posición B e incluso de forma alternativa en la posición C (equivalente a «Comfort»), reduciendo así el rendimiento de los frenos y, por lo tanto, también la autonomía.

Una conducción más agradable que la del E-Smart

En la actualidad, el mercado de los automóviles eléctricos todavía es relativamente escaso. De entre los fabricantes más conocidos en realidad solo existe el Smart electric drive, con el que resulta inevitable compararlo. Y éste presenta claras diferencias en comparación con el C-Zero: un chasis más nervioso y una propulsión más ruidosa y menos armónica.

Sin embargo, pese a lo bien que se conduce el C-Zero, éste tampoco puede escapar de los rigores de la física y con una climatología propia de finales de otoño y temperaturas glaciales, la bonita y limpia movilidad eléctrica llega pronto a su límite. El frío es, por así decirlo, un claro enemigo de la autonomía. Y eso que los termómetros se han mantenido bastante alejados de los cero grados. Pero en el momento en el que el frío invernal vuelva a batir récords en nuestras latitudes, entonces el problema de la autonomía se intensificará.

Poca autonomía con frío

Según datos oficiales, en condiciones óptimas y con las baterías cargadas el C-Zero tiene una autonomía de unos 150 kilómetros. Sin embargo, pocas veces logramos ver una cifra de tres dígitos en el indicador de autonomía. Durante nuestra primera toma de contacto con temperaturas bajo cero, al salir del garaje nuestro indicador mostraba una autonomía de 85 kilómetros. Con la calefacción encendida y un modo de conducción alegre, tras recorrer unos cinco kilómetros este valor se redujo a tan solo 50 kilómetros.

Estas enormes oscilaciones en la autonomía podrían llegar a provocar una cierta incertidumbre en los usuarios. Sin embargo, nosotros nos atrevimos a realizar trayectos más largos. Un ejemplo de este tipo de trayecto fueron los aproximadamente 40 kilómetros que separan el centro de la ciudad de Múnich del aeropuerto y que nosotros recorrimos en modo 100% eléctrico. Este aeropuerto cuenta con plazas de aparcamiento reservadas especialmente para automóviles eléctricos. Éstas están muy bien situadas y además ofrecen la posibilidad de utilizar las columnas de carga de forma completamente gratuita.

El viaje hasta allí por carretera nacional se desarrolló sin más incidentes, si bien por precaución desconectamos tanto la calefacción como la radio y condujimos de forma muy relajada. Aunque algo congelados, y con la batería a media carga, efectivamente logramos llegar hasta el aeropuerto. Un día después emprendimos el camino de vuelta con la batería completamente cargada y, según el indicador, tras 40 kilómetros su nivel tan solo había descendido un cuarto.

Desplazamientos más largos

Esta primera experiencia nos infundió confianza, por lo que uno de nuestros colegas de redacción ávido de aventuras se atrevió a realizar un viaje de más de 60 km entre Múnich y Dorfen, el trayecto que recorre habitualmente para ir de casa al trabajo. En este caso apagó la radio, pero no la calefacción, aunque prefirió mantener un estilo de conducción más sosegado a fin de preservar las reservas de energía. Sin levantar los ojos ni un solo momento del indicador de autonomía, nuestro colega logró realizar el trayecto de ida y el de vuelta sin apenas sobresaltos y, una vez concluida la aventura, el indicador marcaba aún 20 km de autonomía. Tras el trayecto de ida, el proceso de carga del C-Zero conectado a un enchufe normal concluyó transcurridas algo más de 4 horas.

Hoy en día, la carga de estos automóviles continúa siendo el talón de Aquiles de la movilidad eléctrica cotidiana. Al menos en el garaje de AutoScout24 pudimos utilizar un enchufe de 230 V, en el aeropuerto aprovechamos la ya mencionada estación de carga y nuestro colega de Dorfen disponía de un garaje con toma de corriente. Sin embargo, otros colegas de la redacción que viven en pisos mencionaban la imposibilidad –en su caso– de sacar el cable por la ventana y conectarlo sin más al C-Zero aparcado en el calle. El principal problema es que Múnich –al igual que muchas otras ciudades europeas– carece prácticamente de estaciones de carga rápida públicas situadas en calles residenciales y que además podrían reducir el tiempo de carga radicalmente.

Espíritu pionero

Muchos de los inconvenientes de la movilidad eléctrica pueden desilusionarnos al principio, pero una cosa está clara: en el tema de la infraestructura es posible que pronto comiencen a cambiar las cosas y el problema de la autonomía también se suavizará. Por un lado, estamos convencidos de que los futuros automóviles eléctricos mejorarán sus prestaciones y de que los conductores adaptarán sus necesidades a las limitaciones de la movilidad eléctrica haciendo suyo el lema de: «el que quiere, puede». En este sentido tan solo es necesario un poco de espíritu pionero y una buena disposición a rascarse el bolsillo para adquirir un vehículo eléctrico como el C-Zero.

A cambio de los 35.000 euros que cuesta un C-Zero su propietario podrá disfrutar de la propulsión eléctrica, de un buen equipamiento y, por si fuera poco, de bastantes ventajas económicas que se traducen en incentivos regionales a la compra, un menor coste energético, menos impuestos, así como gastos de mantenimiento y seguro más bajos. Además, al menos de momento en el mercado de segunda mano de automóviles eléctricos tampoco se prevé ninguna caída radical de los precios.

Conclusión

Una infraestructura de estaciones de carga pendiente de ampliación, restricciones en cuanto a su autonomía (sobre todo en invierno) y un precio de adquisición demasiado elevado son algunos de los aspectos que impiden que la movilidad eléctrica sea una realidad. Sin embargo, lo cierto es que podemos decir que hoy en día tenemos la oportunidad de conducir el automóvil del futuro y que éste nos ofrece grandes dosis de diversión, pese a algún que otro inconveniente que también se puede ver como un desafío deportivo.

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